lunes, 26 de marzo de 2007

2º documento: El reparto de Africa.

Los apetitos europeos se desencadenaron durante siglo XIX y es así como en gran parte de Africa quedó en manos de distintos países de ese continente.

Gran Bretaña fue sin lugar a dudas, el país que más obtuvo en el reparto, impulsada por necesidades estratégicas, económicas, de materias, como también por la convicción de muchos ingleses de que su bandera debía flamear en todos los lugares importantes del continente africano. Para lograr su objetivo emplearon diversos medios, desde acuerdos con los jefes locales o amenazas contra aquellos que se opusiesen al logro de sus planes, hasta guerras de conquista, entre la que destacó la guerra contra los bóers.

Al dominio sobre una serie de estados entre Egipto y Unión Africana habría que agregar el ejercido en Zanzíbar, Nigeria, etc.

Las guerras sostenidas por Francia contra Inglaterra a lo largo del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, habían dejado a la primera solo migajas de lo que fue antaño su extenso imperio colonial. Los problemas continentales impidieron a Francia dedicar importante porcentaje de sus recursos a mantener una flota poderosa, vital para asegurar la posesión de las colonias.

El auge del Segundo Imperio Colonial francés en Africa se inició después de 1870. Fue así como en Africa Occidental, Francia adquirió Senegal y la región del Níger hasta el lago Chad y los bordes de la cuenca del Nilo. Nuevos territorios unirían el Africa Mediterránea francesa (Argelia y Túnez), con el Africa ecuatorial.

Como territorios conquistados pueden mencionarse Dahoney (1892) y la isla de Madagascar (1895). Sin embargo, es indudable que Francia sólo pudo tomar posesión de aquellos territorios que no interesaban directamente a Inglaterra.

Es necesario tener presente que tanto Alemania como Italia sólo completaron su unidad política hacia 1870, y por lo tanto fueron los últimos en incorporarse al proceso colonizador. Alemania adquirió el Este Africano, el Oeste Africano, Togo y Camerún.
Italia corrió peor suerte, ya que eliminada de Túnez por Francia y de Egipto por Inglaterra, fue la única potencia europea que fracasó al intentar apoderarse de territorio africano cuando invadió Abisinia y fue derrotada en la batalla de Adowa en 1896.

La Guerra de los Bóers।

El descubrimiento de oro y de diamantes en el extremo austral del Africa, en 1899, despertó la codicia británica, que reclamó todo el territorio de lo que hoy es República de Sudáfrica como suyo. Quienes habían hecho el hallazgo, en su mayoría campesinos (eso significa boers), descendientes de holandeses, se consideraban dueños de los territorios de Transvaal y Orange.
Entre otras cosas, porque Inglaterra había reconocido su independencia, y además porque fueron ellos y no los ingleses quienes habían luchado contra zulúes y matabeles para civilizar la región. El enfrentamiento —que tuvo un corresponsal de guerra de lujo, enviado por el Times de Londres: Winston Churchill— fue inevitable; el resultado de la contienda, también: mientras los boers, aunque eran excelentes tiradores y conocían bien la zona, carecían de instrucción militar, los ingleses, con mejor armamento y mayor cantidad de tropas, dirigidos por Horatio Kitchener, quien ordenó la matanza de niños y mujeres (asesinaron a 25 mil) y la quema de las granjas, derrotaron a los campesinos, de los cuales 18 mil murieron en los campos de batalla en 1902।

La Guerra de los boxers।

En 1900, la sublevación contra los extranjeros de una secta china llamada Yi He Tuan —«Puños de Justicia y Concordia», o «boxers», como les denominaron los ingleses— culminó en un absoluto desastre para China, lo que perjudicó su precaria soberanía y representó el principio del fin para la dinastía Qing. China estaba sumergida en una xenofobia profundamente arraigada, resultado de una larga historia de intervenciones extranjeras y, más recientemente, de condiciones sociales y económicas en decadencia. La sociedad secreta de los boxers reforzaba sus campañas jurando que mataría a todos los extranjeros («hombres peludos primarios») y a sus simpatizantes chinos («hombres peludos secundarios»). La cruzada fue instigada por Ci Xi, la emperatriz viuda, que ostentaba el poder desde 1898. Siguiendo la iniciativa de la emperatriz, varios gobernadores provinciales apoyaron la violenta resistencia de los boxers en sus jurisdicciones.

Fortalecidos de esta manera, los boxers saquearon el campo, destruyeron las estaciones de ferrocarril y las líneas de telégrafos y, finalmente, mataron a 231 extranjeros y á millares de chinos cristianos. El 21 de junio de 1900, la emperatriz, impulsada por su patriotismo, declaró la guerra a todas las potencias extranjeras que interferían en la vida política china por intereses egoístas. Los boxers iniciaron un asedio de dos meses a las embajadas en Pekín. Las naciones que sufrieron el ataque, incluyendo Japón, Rusia, Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos, Austria-Hungría e Italia, rápidamente se agruparon en una fuerza internacional con la que llegaron a Pekín el 14 de agosto y vencieron fácilmente a los boxers.

Los términos del protocolo bóxer, el tratado de paz que finalizó con la rebelión, fueron extremadamente duros: China fue condenada a pagar una indemnización de 333 millones de dólares; las tropas extranjeras dejaron guarniciones desde Pekín hasta el mar; los exámenes del servicio civil fueron suspendidos durante cinco años; tres oficiales simpatizantes de los boxers fueron ejecutados, y un cuarto fue empujado al suicidio. El kaiser Guillermo II, uno de cuyos ministros había sido asesinado por los boxers, proclamó triunfante: «Nunca más, ningún chino se atreverá a mirar con desdén a un alemán».

Internacionalmente el prestigio de China llegó a su punto más bajo. La indemnización consumía la mitad del producto nacional y debilitaba a la dinastía Qing. Además, la ocupación de Manchuria por Rusia había trasladado a miles de soldados a la región durante la rebelión. Tras la firma del protocolo bóxer en 1901, las tropas permanecieron allí. En tres años, su presencia provocó la guerra ruso japonesa.

La Guerra del Opio।


Durante el siglo XVIII el consumo de opio se habia extendido tanto en China que el gobierno tuvo que recurrir a la importación de opio para poder atender la demanda.
Las relaciones comerciales con el Reino Británico se inician en 1699. A pesar encontrarse prohibido por las leyes chinas, el tráfico del opio fue perseguido y monopolizado por los ingleses desde 1799 hasta 1834.

La primera Guerra del Opio (1839-1842) tuvo lugar entre Gran Bretaña y China. En la segunda Guerra del Opio (1856-1860), Gran Bretaña y Francia se enfrentaron a China. Los cálculos sobre el número de fumadores de opio en China en esa época oscilan entre 100 y 150 millones, de los que aproximadamente un 10% podían tener una fuerte adicción al opio.
Preocupados por el rápido crecimiento de este negocio ilegal, el gobierno se empeñó en la erradicación del comercio de drogas. Cuando los oficiales chinos capturaron y destruyeron grandes cantidades de opio, el gobierno británico envió tropas para respaldar las demandas de un tratado comercial o la cesión de una isla, para la protección de los ciudadanos ingleses. Este hecho desencadenó la "primera guerra del opio", el 3 de noviembre de 1839, con el ataque de la flota británica a la armada china en Hong Kong.

El 29 de agosto de 1842, se firma la Paz de Nankíng entre China y Gran Bretaña que pone fin a la "guerra del opio", y por el que esta obtiene la cesión de Hong-Kong y la apertura al comercio inglés de cinco ciudades chinas. Victoria sufre otros dos atentados.
China perdió la guerra y, como consecuencia, la Gran Bretaña y otras potencias occidentales, incluido Estados Unidos, ocuparon por la fuerza las "concesiones" que les generó especiales privilegios comerciales. Hong Kong fue cedido a la Gran Bretaña en 1842, bajo el tratado de Nanking.

La Segunda Guerra del Opio, (1856 - 1860) China vs Inglaterra y Francia, después de que los chinos se negaron a ceder ante la presión británica de legalizar el opio y permitir el acceso a puertos en el interior. El Tratado de Tientsing, firmado en 1858, abrió 11 puertos más a los poderes occidentales y legalizó la importación del opio.
El 29 de agosto se firma la Paz de Nankín entre China y Gran Bretaña que pone fin a la "guerra del opio", y por el que esta obtiene la cesión de Hong-Kong y la apertura al comercio inglés de cinco ciudades chinas. Victoria sufre otros dos atentados.

Se calcula que en 1880 lad importaciones china del opio pasaban de las 6.500 toneladas al año y la población adicta en más de 15 millones.

El Imperialismo norteamericano.

Estados Unidos, durante l mayor parte del siglo XIX, había tenido bastante con la ocupación y explotación de su enorme territorio como para preocuparse de políticas coloniales que, por lo demás, eran totalmente ajenas a la idiosincracia y voluntad de los americanos, felices de su espléndido aislamiento.

No obstante, ya a fines del siglo XIX surgieron interese de firmas americanas por explotar las riquezas de América Central y las Antillas, a la vez que grupos ultra para intervenir en cualquiernacionalistas anhelaban que Estados Unidos tuviese voz en los asuntos mundiales y ocupase un lugar bajo el sol.

Víctima de esta nueva política fue España que, vencida en la guerra de 1898, debió ceder a Estados Unidos Las Filipinas y Puerto Rico. así como reconocer la Independencia de Cuba. Ese mismo año, Estados Unidos también se anexaba el archipiélago de Hawaii.

El imperialismo americano en las antillas fue de carácter económico. Sus fuerzas estaban siempre preparadas para intervenir en cualquier Estado, por ndependiente que fuera, cuyos gobernantes osasen afectar los intereses de firmas o individuos norteamericanos.

Personificó esta política el presidente Teodoro Roosevelt, al afirmar que los pueblos incapaces de explotar por sí mismos sus riquezas naturales para el bien de la humanidad, debían sufrir la dominación de los fuertes. Fue la política del "big stick" (gran palo), que pendió sobre las débiles repúblicas hispanoamericanas durante varias décadas.

Cabe señalar que la expansión debía ser completada con la construcción de un gran canal interoceánico y para el efecto fue escogida Panamá, provincia Colombiana. Como el Congreso de Colombia rechazara un acuerdo firmado en Washington que autorizaba la construcción de un canal en el istmo, una revolución provocada en Panamá, en 1903, dio vida a una nueva nación independiente cuyo Gobierno, lógicamente, autorizó en el acto la construcción del canal. Fue inaugurado años más tarde, en 1914.















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